En la era digital contemporánea, vivimos inmersos en lo que el pensador francés Guy Debord describió como «la sociedad del espectáculo». Esta noción, presentada por primera vez en el ensayo homónimo de 1967; cobra una nueva relevancia y complejidad en el mundo actual, caracterizado por una profusión de medios de comunicación, tecnologías digitales y redes sociales. La sociedad del espectáculo se manifiesta en notable incremento de las extrañas distracciones “aisladas” a pocas semanas de las elecciones, dejando como consecuencia sus implicaciones para prestar atención y comprender de la realidad en el escenario político.
La sociedad del espectáculo se define por la prevalencia de imágenes, representaciones y simulacros en todos los ámbitos de la vida social y cultural. En esta era, la experiencia directa de la realidad se ve eclipsada por su representación mediática, donde la imagen se convierte en la forma dominante de comunicación y la apariencia reemplaza a la sustancia. En este sentido, la realidad se convierte en un espectáculo, un espectáculo que está diseñado, producido y consumido en múltiples plataformas digitales.
Debemos de reconocer que quienes nos gobiernan hoy hacen un uso extraordinario en la creación del caos farandulero siempre a la medida de las circunstancias, como también, se expresan sin piedad ante los medios como los PRIMEROS en todo, hasta en la entrega de los fondos de los partidos establecidos en la Ley Electoral, cuando es una práctica común en los gobiernos anteriores.
Justo cuando es condenado en EEUU por narcotraficante a un diputado electo en el 2020 por el PRM, que a todas luces se ha difundido cómo, junto a otros, financió la campaña del actual gobierno, en la farándula, dentro entorno de personas “influencers” se arman a la vez VARIAS situaciones distintas: reaparecen la amenazas y el fronteo entre dos comunicadores, salen a relucir escándalos de ex-parejas, vidas pasadas y nuevos amores, mientras dos comunicadoras se caen a golpes, siendo grabadas, mientras esto, es difundido por todos los medios, desde los tradicionales con prestigio, hasta los que se ocupan de ser precursores de estas dinámicas.
Si hacemos consciencia, cada vez que hay un tema importante en el país, como cuando el Estado negó la cantidad de personas afectadas por dengue, la cantidad de neonatos muertos, o se arma un escándalo en una institución pública: libros de textos en Educación, plan social, licitación OGTIC, etc. hay una situación distractora, ya sea que surge de la nada o que obtiene primacía en los medios sin que se trate de un tema relevante, y cómo no olvidar, el aparatage con la frontera en Haití.
Con los beneficios que aporta la era digital, la sociedad del espectáculo en República Dominicana, adquiere nuevas dimensiones y desafíos. La estrepitosa inversión en publicidad y en creadores de contenidos de las redes sociales y los medios de comunicación digitales son un verdadero peligro para las elecciones de mayo.
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