Que ya las ideologías políticas no “existen”, proclaman algunas personas, pero yo creo más bien que se han transformado de una manera que se presta a confusión, como puntos opuestos en una misma línea, que se van acercando y cuando chocan se diluyen, se atraviesan, se multiplican y se distribuyen en diferentes espacios de esa misma línea, incluso, coincidiendo y compartiendo nichos. Y todavía…. sigue en movimiento.
Por eso vemos a liberales de Argentina (que dicho sea de paso que en EEUU se les llama así a los de izquierda, y en el resto del mundo a los de “centro” derecha) reclamando que durante muchos años, la extrema izquierda perseguía a las personas LGTBQ+, mientras que el liberalismo no se manejó de esa manera, en vista, de que hoy es la izquierda quien ha asumido la defensa férrea del tema.
Pero a la vez, gran parte de ese grupo de liberales (por no decir que todos), se sienten cómodos con las políticas del liderazgo de derecha que fomenta el machismo, el clasismo, la desigualdad, el racismo y la xenofobia, a la par de que niegan ser extremistas, digamos pues que “casi extremo”, por buscarles un término.
Que grupos políticos procedentes de raíces opuestas, hoy coincidan en puntos de vista, tampoco es incoherente, más bien tenemos que verlo como conquistas. Para citar casos extremos, sería impensable que haya actualmente personas en la política luchando por querer retomar la esclavitud. Es decir, hay evoluciones humanas que se asumen en todo el espectro ideológico político, logrando que las luchas se vayan transformando por mejores condiciones laborales, garantías de servicios de salud y pensiones, más igualdad entre hombres y mujeres, etc.
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Lo que aún sí se mantiene es, la lucha por una sociedad menos desigual, y esa bandera la tienen tanto las personas progresistas y “supuestamente” quienes no lo son, pero les da vergüenza decir lo contrario, como pasa en el escenario local, y aquí un punto importante, porque se les acusa a los progresistas de populistas, pero entonces, ahora, la derecha copia sus políticas públicas, arrastrados por la realidad de que dichas políticas se convierten en una demanda social, que de no ser atendida, les causaría mucho ruido. Sin embargo, aún así, es evidente como las van descuidando y manteniendo las apariencias en base a mentiras muy bien estructuradas, sencillamente porque sus prioridades (como piensan y sienten), están en otro lado.
Los estereotipos pasados hay que superarlos, una persona puede ser progresista y ser rica y otra puede ser pobre y ultraconservadora. Ya no se trata de eso. Sin obviar que la búsqueda de la riqueza en función a la explotación de otras personas y su entorno, es anti-progresista.
Mantener la coherencia ideológica en este mundo cada vez más complicado es un reto muy grande. Se lo atribuyo a los cambios “democratizadores” que se han logrado vía la tecnología y ser parte de un mundo conectado y sobrecargado de información, confusión e inmediatez, que se deriva en un cambio estructural de la sociedad, que si bien permite el acceso y desarrollo de emprendimientos sin intermediarios, también le otorga a unos, “aún más pocos” el poder y los derechos de todo lo que generamos.
Como también, a la proliferación del individualismo en todo; las luchas más sencillas, se pierden porque lo más importante, parece ser, quienes la encabecen y hasta las causas más nobles se han convertido en espacios donde discriminan a quien puede o no apoyarlas según ciertos prejuicios.
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