La ciudad, la salud y la felicidad

Hemos normalizado el crecimiento vertical de la ciudad capital estrepitosamente y sin limites, como también, la necesidad de tener cada vez más vehículos en la zona urbana.

El sistema de transporte público no termina de llenar las expectativas, porque si bien es cierto que las rutas donde los carros públicos han ido desapareciendo están más organizadas con los autobuses, también es cierto que las avenidas beneficiadas como la Churchill, la 27 de Febrero y la Núñez de Cáceres, no han disminuido los tapones, por lo cual, hay que seguir buscando más soluciones y alternativas.

Las aceras no son aptas para caminatas continuas, porque donde menos lo piensas, hay una interrupción, ya sea por un edificio que usa el tramo que debería de ser para el paso peatonal, como rampa para vehículos, la colocación de basureros mal puestos o el propio poste de luz que también ocupa una acera estrecha, y además, podemos encontrarnos que un residencial hizo maceteros tan grandes en “su frente”, que tampoco permiten el paso a pies, sin contar los interminables hoyos, roturas, charquitos, etc.

Si a esto le sumamos que la inseguridad es un factor determinante para evitar caminar las dos cuadras que nos separan de nuestra casa al lugar donde queremos desplazarnos, por temor a que nos roben la cartera y/o el celular de manera violenta, podemos declararnos “presos vehiculares”.

Y qué decir del alambrado exagerado que interrumpe nuestra visual del cielo, y cuando el peso del cableado es tanto, a veces se necesita de dos y tres postes vecinos para soportarlo, quitando más espacios en las aceras y afeando el entorno, de una metrópolis TAN CARA como esta, que tiene experiencias de éxito en cableado soterrado, pero no exigimos que se implemente de manera general.

Es triste escuchar a algunos decir que el tema del subsuelo les resulta “aburrido” y que por eso no le ponemos la atención que se merece… y como se trata de un trabajo que “no se ve”, entonces, a un gobierno tan cosmético como este, menos le interesa. Sin embargo, ya vimos como una lluvia de menos de tres horas nos inundó agresivamente varias zonas urbanas de la Capital este sábado, recordándonos que somos propensos a otro nefasto 4 de noviembre del 2022 con grandes pérdidas económicas y trágicas muertes, que dejó rotundamente evidenciada, la alta vulnerabilidad de la Capital.

Lo que fue La Vieja Barquita respecto al peligro de inundación, es ahora Cuesta Hermosa, Arroyo Hondo, Naco, Los Prados, Paraíso, El Malecón, etc. Las inversiones privadas en zonas privilegiadas se hacen cada vez más vulnerables frente a niveles de lluvias “sencillas”, digamos que propias de un clima tropical, ya que no estamos hablando de alertas de tormentas y ciclones de categoría altas.

¿Por qué no podemos soñar con una ciudad donde se pueda caminar más? ¿Por qué nuestro futuro no puede estar pensado en una metrópolis empresarial que te invite a dejar tu vehículo en un estacionamiento y moverte con alternativas públicas de diferentes formas? ¿Por qué la situación del subsuelo no es nuestro tema de cada día si de eso dependen nuestras casas, nuestros vehículos, nuestros negocios, nuestro entorno y nuestra salud sanitaria?

El drenaje, las aguas negras, los espacios para ejercitarnos que no representen islas de calor, con tanto cemento y tan poca sombra, el derecho a una ciudad amigable que sea el reflejo de una extensión de nuestro hogar, con una buena calidad del aire que respiramos, en fin, nuestro espacio donde convivir, debe de ser uno de nuestro mayores compromisos y preocupaciones en busca de la felicidad colectiva que merecemos.

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