No es obligatorio, no tienes que pertenecer, puedes cerrarlas, pero mientras tanto, sin grilletes, sin amenazas, sin torturas, hoy se empieza a sentir el peso de las nuevas dictaduras de las Redes Sociales.
Tras el escándalo de Cambridge Analytica y todo lo que de luego salió a la luz, respecto a las manipulaciones de las informaciones mediante el Facebook para que una parte importante de la ciudadanía inglesa fijara una posición favorables hacia el Brexit (la salida de Inglaterra de la Comunidad Europea), con técnicas que ya habían incidido en otras decisiones electorales, las autoridades de Estados Unidos le empezaron a exigir a Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, una serie de controles y medidas respecto a la responsabilidad social que estas empresas deben asumir.
En mi opinión, sí creo que las nuevas medidas de verificación de cuentas, solicitudes de descargos para promocionar temas de índole social y política ayudan a tener control y transparencia de quien publica y paga su publicidad en Facebook e Instagram. Pero, no por ello estamos libres de las manipulaciones, tampoco, de los contenidos amarillistas y falsos que corren por las redes.
El caso de Twitter, la plataforma más querida y apreciada por las y los políticos, el periodismo de opinión y las personas que se dedican a la vida pública, pero, que no ha resultado ser la más popular entre la comunidad conectada, ahora, luego de ser adquirida por Elon Musk, se llama X. Ya la chulería del “twit” que significa el sonido de los pajaritos cuando se comunicaban, va quedando atrás.
Las cuentas verificadas, que era un proceso donde Twitter, luego de una serie de requisitos e interacciones con quien hacía la solicitud, le otorgaba el ícono de acreditación certificando así, que se trata del usuario que dice ser, muy útil para personas en la política, el arte, los medios y la farándula. Ahora, la primera medida de su nuevo dueño fue exigir un pago por ese servicio, lo que por un lado hace una transacción más fácil (aunque sigue teniendo sus requerimientos para la verificación de identidad), pero, como ya estás pagando, te dejan escribir publicaciones más largas y no te exigen una cierta cantidad de seguidores.
Vimos en estos días anunciar que X no desplegará los encabezados de los enlaces de las noticias de periódicos, es decir, cuando publicamos un link de una noticia en X (Twitter), solo saldría la foto, si la tiene, o un link sin ese recuadro automático que se generaba donde la noticia se desplegaba con el título para crear mayor interés al lector.
Yo pienso, que de alguna manera, la situación que se generó con la plataforma de Twitter en el 2020 usando mecanismos de censura contra Trump, sobre todo, cuando sucedió el problema del asalto al Capitolio, influenció para que Elon Musk hiciera la compra de la plataforma y empezara a generar estos cambios tan extraños. Porque el solo hecho de convertirlo en X, a mi me hace recordar un símil con ese proceso de transformación que se da en algunos cómics distópicos de super héroes.
Mark Zuckerberg, también ha empezado a cobrar por la verificación de las cuentas en Instagram, no es obligatorio tampoco, pero es una chulería que te da ciertas “ventajas” si eres una persona de vida pública, y obviamente, ayuda a los demás usuarios a no seguir cuentas falsas de famosos y políticos.
Todavía en pleno 2023, a pesar de que reconocemos el poder de estos medios, la clase política no se ha tomado tan seriamente este fenómeno en lo que se refiere al ejercicio del poder, los brotes de síntomas dictatoriales, que aunque se mantienen en un ambiente digital, pueden llegar a someter voluntades. ¿Qué poder normativo pueden tener los gobiernos sobre estos espacios virtuales? Hasta ahora, en países como el nuestro, todo se observa sobre el paradigma de los nuevos multimillonarios sin ferrocarriles, navieras, ni fábricas. Y quienes hablamos de esto, somos medio nerdos, exagerados o inadaptados.
Estas personas tienen mucho poder sobre un gran porcentaje del tejido social, con la capacidad de censurar cualquier opinión individual, o restringir cuantiosas audiencias para divulgar lo que piensan algunos.
Sin querer pecar de conspiranoica, es un hecho que en el mundo virtual las informaciones evolucionan por reacciones y tendencias de las y los usuarios que alimentan y retroalimentan con sus acciones (likes, comentarios, compartir, etc.) la capacidad de los algoritmos diseñados para normar o administrar esta mecánica comunicacional dentro del orden social. Creo, que no todo se hace con una mentalidad macabra; también organizar la información según tus gustos y tu comportamiento en las redes tiene sus efectos positivos, pero, te aleja de amigos reales sin darte cuenta, porque la virtualidad te va agrupando con personas basándose en dicho comportamiento virtual similar al tuyo, por lo cual, te encierra o encasilla en una “realidad” hecha para ti.
Tampoco es fortuito que los temas banales y vacíos tengan tanta repercusión, la distracción tan amplia, también afecta nuestra democracia, porque si es ciertos que hasta los romanos distraían a las masas con espectáculos y competencias, desde antes de Cristo, ahora esto es una lucha 24/7, donde generaciones que cuentan con las herramientas para ser más informados y desarrollados intelectualmente, no están dando los resultados proyectados o prometidos por la “emancipación digital de la difusión global de la información y el conocimiento”.
Y lo más inquietante de estas “dictaduras digitales” es que no son obligatorias.