Sin nosotros, ustedes no comen

A pesar de ser nacida y criada en esta capital, centrista por demás, porque pasé buena parte de mi infancia y adolescencia por los perímetros del kilómetro cero del Distrito Nacional, tuve la gran dicha de que mi familia paterna es y aún vive gran parte de ella, en La Vega y Bonao, por lo cual, crecí conociendo el campo y su importancia, sobre todo, las incontables veces que mi tío me decía: “sin nosotros, ustedes no comen”.

Y la verdad que es muy triste que luego de la recuperación del campo y de obtener seguridad alimentaria con producción nacional, hoy estemos volviendo a favorecer las importaciones de productos de la canasta básica para que dos o tres personas se enriquezcan en detrimento de la necesidad de la población, y sobre todo, de las zonas rurales.

Si estuviéramos en una película de ciencia ficción, pudiésemos decir que la vacuna contra el Covid-19, más bien tenía un efecto especial para la pérdida de memoria de un grupo, el cansancio en otro y la desfachatez de unos cuantos, que siguen mintiendo, no porque se meten en un problema y no saben cómo salir de él, si no, porque mentir es su motor principal justificando lo injustificable.

Del COVID-19 parece que aprendimos sólo las facilidades del Zoom y el uso del alcohol en las manos, porque algunos han olvidado que, a diferencia de otros países e islas del Caribe, a nosotros no nos faltó comida durante la pandemia. Y si eso no es algo realmente especial e importante, de lo que deberíamos estar orgullosos como nación, entonces no entendemos el verdadero sentido de la independencia y el bienestar.

La agricultura no es algo que se fortalece de la noche a la mañana, la industria agropecuaria necesita de dedicación, esfuerzo y tiempo para generar productos, distribuirlos y venderlos. Sin embargo, muy fácilmente se destruye, ni un desastre natural inevitable ha sido tan devastador como la política importadora de este gobierno que nos priva de libertades y autonomía.

Décadas atrás, el arte comprometido exponía los problemas del abandono del campo, generando una descontrolada migración a la ciudad en busca de trabajo y cómo esto derivó en la formación de barrios marginales al rededor de la ciudad capital. Antes de eso, la lucha por tierras y por garantías, tanto de la clase productora, como obrera del campo, ha marcado la historia de la humanidad por siglos.

Hoy, desde el 2020 más de 39 mil personas se han visto sin empleo por el abandono del sector agropecuario y la canasta familiar ha aumentado en un 52%.

Fortalecer la producción agropecuaria y dignificar la vida rural es una manera de mostrarle amor a un país y no debería de ser puesto en peligro por la falta de creatividad para lograr mayores fuentes de enriquecimiento de los favorecidos de este gobierno.

La espuma y la poca sustancia

En una época donde te puedes sentar horas a escuchar música monotemática y sin mucha creatividad, pareciera que la falta de contenido es la moda generalizada.

Sin embargo, me complace comprobar que a pesar de los grandes esfuerzos para que el gozo y las distracciones banales sean el foco de la mayoría de las cosas a la que dedicamos nuestras vidas, somos (y me incluyo), sobrevivientes a este mundo lleno de espuma y poca sustancia.

Mientras hay mujeres que remamos hacia conquistar más reivindicaciones, y mantener las que hemos alcanzado, que parecerían muchas, pero para estar en el primer cuarto del siglo XXI, nuestros espacios en el poder y los abusos de los que seguimos siendo víctimas, nos deja claro que el cansancio y la conformidad no es una opción para quienes creemos que las transformaciones vienen desde la profundidad del pensamiento y las más claras convicciones que permiten identificar dónde se encuentran las dificultades.

Así como las pequeñas cosas verdaderamente significativas, sobreviven al “más de lo mismo”; que vendría siendo, la utilización de la mujer como masa trabajadora, fácilmente reclutable y convencible, nos embarcamos en situaciones engorrosas que hacen regresar a un grupo al punto de partida, pero, por suerte, se siente la resistencia de quienes hemos salido de ese triste círculo vicioso, donde se usa el poder para convencer de diferente, aquello que solo cambia de cosmética, es decir, la espuma, esta vez con colorines.

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La comodidad de ir con la corriente es uno de los peligros más grandes de la politica, porque genera un estatus quo a conveniencia de un grupo, pero que va acumulando desesperanza y disgusto en aquellas personas que necesitan evolucionar y conseguir un equilibrio que les genere avance y bienestar.

El reciclaje de personas y la multifuncionalidad, es el enemigo silente de la clase política dominicana. De toda, desde quienes usan distintos colores de las causas a las que pertenecen y que parecieran tener dueños, como de quienes tienen partidos más sólidos y de tradición. Llega un momento donde se vuelve un grupo de personas hablando entre sí y creyéndose equivocadamente que están fuera de su burbuja.

Salir de ese círculo será el gran reto, pero presumo que tendrá que ser la suma individual de voluntades de aquellas personas que ya nos cansó de manera definitiva la espuma, de un modo tal, que ni siquiera dedicamos energía a discutir inutilidades, sencillamente las identificamos, las clasificamos y le damos al botón de “siguiente”.

La espuma parece que seguirá creciendo porque es divertida y ligera, no pesa para nada, ya se darán cuenta que les va dejando las manos vacías ante la más suave brisa y llegará un día, que no habrá otra que la sustituya o sencillamente la satisfacción no llegará. Mientras, la sustancia, a veces pesa, o molesta, pero una vez que consigue generar un bienestar específico, este se queda y se recuerda.

La soberbia y la razón

Ha de ser muy complejo lidiar con la razón cuando se viene por largo tiempo con una carga de soberbia muy grande, sentimiento que el odio sabe aprovechar muy bien, alimentándolo para conseguir resultados en base a populismo, que incita a la irracionalidad hasta de aquellas personas con una buena educación.

No es fácil lidiar con la diversidad de ideas y de comportamientos de un colectivo. Eso es así, porque cada vez menos, podemos conseguir un espacio de pensamiento homogéneo que aliviane el camino del ejercicio político en base a causas verdaderamente nobles, sin embargo, cuando las cosas se extreman, es que sale a flote la capacidad de deterioro moral que tienen algunas personas.

Es preciso señalar que todo ser humano se encuentra, desde su nacimiento, en un proceso evolutivo, donde, el aprendizaje, la experiencia y el contacto con otros y sus realidades, le influye en la concepción de sus ideas sobre lo correcto o no, y por supuesto, dicho proceso evolutivo no se desarrolla de la misma manera en todas las personas, por lo cual, “clasificar” es una acción natural que aprendemos a hacer desde pequeños con los objetos, la comida y por supuesto, con la gente. Por tales motivos nos indignamos más cuando un religioso es pedófilo o cuando un padre viola a su hija, que cuando se trata de personas que se suponen no profesan una idea contraria ni un vínculo afectivo con su víctima.

He dicho en otras ocasiones que en las causas sociales vividas recientemente, valía más quién la encabezaba, que la lucha en sí, incluso, quienes lo hacían miraban con recelo y se sentían con la capacidad de selección de aquellos/as que podían o no entrar en “su causa” supuestamente colectiva. ¿Y ahora qué? Hablemos de logros reales: El 4% mal manejado, la corrupción clasificada en cual es buena y cual es mala, y los derechos de las mujeres en retroceso.

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Hoy vemos, a propósito de la rendición de cuentas del Presidente Abinader el pasado 27 de febrero, personas en su momento clasificadas por crearse un aura de respeto social elevada, gente que además, sabe muy bien que este Gobierno tienen grandes incompetencias y que los ha engañado en su compromiso con las reivindicaciones por las cuales supuestamente lucharon por largos años, embarcarse en su propio deterioro conceptual, ya sea por razones materiales o por ese sentimiento soberbio de no aceptar haber sido usado deliberadamente.

Mientras otros, se les importa muy poco cómo lo califiquen porque ya tienen lo que querían; el poder para tenerlo, no el poder para realizar los cambios que entendían necesarios en función a una mejor nación, porque en sus hechos desdicen descaradamente sus discursos anteriores.

Es una pena que el feminismo dominicano, cuyo origen y fin es noble y justo, queda ante este escenario, injustamente descalificado por la sociedad, gracias a haber sido usado de vía para el fomento del odio que difundió el PRM en el país. El resultado es que estamos sin causales, sin justa representación en los puestos de poder y se promulga una Ley Electoral que nos quita oportunidades de representación. IN YOUR FACE!

Y volviendo a lo que decía del ser humano en su proceso evolutivo, seamos razonables: ¿Ha sido igual después del ¡Bum! del movimiento #MeToo (#YoTambién) el trato respecto al tema de la mujer, el acoso y la discriminación? Ese hito histórico nos ha hecho crecer y profundizar nuestras sensibilidades, por lo cual, queda hoy aún más evidente lo poco que representan respecto a las mujeres en este gobierno que tampoco no cumple las expectativas de la época ni promesas de su campaña.

El país hoy no es ni más productivo, ni más inclusivo, ni más avanzado, ni más seguro, ni más educado, todo lo contrario. Estamos sometidos a las incoherencias de los actores del Estado, las mentiras del Gobierno y la irracionalidad de un grupo de “civiles”, gracias a su soberbia.

Malo, siempre y cuando…

¿Al final, cuáles son las personas malas en los partidos políticos? ¿Aquélla persona contra quien competiste?, aprovechando ese escenario para decir hasta lo impensable, y ahora esa misma persona, sí que es buena porque está en tu cancha.

Siempre se ha querido comparar la política con el deporte, por esa característica de competencia y estrategia que rige ambas disciplinas, pero en realidad, cuando se trata de un juego, hay reglas muy específicas, que pudiesen en algún momento violarse con la suerte de pasar desapercibidas por quienes estén ejerciendo el rol de arbitraje, pero a pesar de la complejidad del sistema económico, la disciplina deportiva y el entrenamientos de quienes la practican, no hay mucho más que reconocer por vía de las estadísticas, cuál deportista tiene las mejores condiciones y las mayores puntuaciones. En base a eso, se cambian de equipo, más que todo por razones económicas, y luego, por cualquier otro motivo particular de comodidad, oferta y demanda. En fin, por intereses claros.

En la política se dan ciertas situaciones que son muy diferentes. En este artículo no se trata, en lo absoluto, de medir a todas las personas con la misma vara, como tampoco, de un desahogo de despecho, porque no es de mi interés y no va con mi personalidad esa costumbre de que la gente es buena lo, siempre y cuando está conmigo y mala cuando no lo está. Es cierto, que las traiciones tienen sus matices, porque el oportunismo en estos escenarios de poder, no es más que usar a quienes se dedican a la política para beneficios personales sin un mínimo de interés por el servicio ciudadano o convicciones reales. Mientras, por otro lado, existe la realidad de acompañar a una persona con liderazgo, por un camino de coincidencias, y luego, tener el derecho de no querer seguir el mismo rumbo, sencillamente por diferencias de criterios.

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No obstante, aparecen una serie de narrativas románticas, no para todos convincentes, pero cada cual siempre con su derecho a elegir donde invertir su tiempo, ideas y trabajo.

Si embargo, dado al escenario actual, y la avalancha de odio fomentada por el PRM, yo me pregunto: ¿Cómo es que durante 8 años todos cabían un una misma canasta? Un grupo de malandrines con toda una obra maquiavélica, y ahora, esas mismas personas, las queremos en nuestro equipo. ¡Ajá!

Al final de cuentas, la incoherencia está a simple vista. La post-verdad impera en el escenario, y como dije en mi artículo pasado, la soberbia todavía anda peleándose con la razón en las cabezas de muchas personas arrastradas a un estado de crispación que les hizo incurrir en hacerse eco de discursos inquisidores, injustos y devastadores, cuando, al final, no es necesario usar el odio como el instrumento principal para justificar tu derecho a votar por quienes consideres que deben de gobernar.

La ciudadanía debe de empezar a hacer uso de la sensatez más frecuentemente, y dejar a un lado la simpleza del blanco y el negro, que sólo lleva a extremismos dañinos, incurriendo en la decadencia de un estado de derechos, deteriorando nuestra composición social, maltrata la condición emocional y nos convierte en seres vulnerables ante quienes hábilmente justifican lo más ridículo contando con una la mala memoria para que olvidemos a quienes señalaban en su momento como malos, pero… siempre y cuando…

El terror no sirve para siempre

La humanidad ha demostrado que no puede permanecer todo el tiempo bajo terror, es posible soportarlo por un período determinado, y aún así, siempre bajo la existencia de grupos rebeldes que luchen en contra.

Quizás no toda la militancia del Partido Revolucionario Moderno (PRM) está consciente de cómo la actitud persecutora y de retaliación les hace daño en su calidad de personas políticas que necesitan vivir en un país donde cada vez más la democracia y los procedimientos legales sean más fuertes y respetados, porque de lo contrario, su destino será serle útil a un grupo empresarial indiferente al crecimiento de un estado de bienestar colectivo, favoreciendo sus intereses particulares que fomenten el verdadero RETROCESO del desarrollo social basado en los principios de equidad.

Si los perremeístas políticos, no los típicos oportunistas que surgen cómo sanguijuelas de las clases gobernantes, siguen sirviéndole de vía útil, por un lado a grupos minoritarios extremistas que devoran a quienes no le sirven en su eterna inconformidad, y por otro, a una clase de blanquitos que lo único que buscaron fue el poder para ayudar a sus amistades, sin aportarle nada más a este país que gevitos asalariados que se entienden superiores a quienes trabajaron para llevarlos al poder, terminarán con el cuchillo cada vez más cerca de su yugular.

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Yo siempre he creído que la impunidad no le hace bien a la sociedad. La ciudadanía necesita, hasta por un asunto de dignidad y de salud mental, vivir en sistemas donde se respeten las reglas y se cumplan las leyes. La impotencia que nos deja la injusticia, es lacerante y duele en el alma.

Lo que no está correcto es canalizar esa impotencia en base a entender que los procedimientos judiciales no son la consecuencia de un sistema garantista de derechos que ha costado mucho desarrollar a lo largo de los años y las experiencias vividas en guerras, miserias, hambrunas, dictaduras y todo tipo de calamidades. Es preciso evitar volver al equivalente de los tiempos de hogueras, lapidaciones y repudio público, gracias a manipulaciones, filtraciones de documentos confidenciales por parte de quienes los crean, más, la comunicación en base a intrigas y siembra de veneno.

Las consecuencias de permitir que nuestro país se convierta en un estado judicializador de la política, estará asociada a que la verdad será siempre aquella que manejen quienes tienen poder económico y mediático, sin cuestionamiento alguno.

Por otro lado, todo esto que está pasando en nuestra sociedad, debe de servir de aprendizaje a líderes que han hecho de la política un espacio donde muchas veces más ha importado mantenerse cómodo en círculos de poder, que realmente ocuparse por ser justos dentro de su partido, con quienes han dedicado su vida a crear una carrera política que les permita tomar las riendas de forma consciente, con pensamiento y compromiso profundo y bien formado.

No hay otra manera legal de ocupar una plaza electiva que no sea mediante un partido o agrupación o movimiento político, siendo el primero el único en capacidad legal de llevar a alguien a ser presidente, senador o diputado. Es decir, que destruir los partidos no le conviene a nadie.

Tampoco se podrá pretender mantener a la clase política opositora en un estado de terror eterno, porque eso no pasará, como tampoco, ese intento de meter a todo el mundo en un mismo saco

Primero la ciudadanía, luego la militancia

En República Dominicana no existen ciudadanos de segunda clase, como se le suele referir despectivamente a quienes habitan en colonias de otros países y no tienen derecho a elegir a su máxima autoridad, más bien es enviada por quien les coloniza.

Tampoco tengo la intención de referirme a otras connotaciones de índole económico que crean desigualdad y pobreza, para lo cual, se utiliza la terminología a modo de protesta.

Sin embargo, llamaré la atención a quienes entienden que algunas personas tienen derecho a protestar y otras no, como que si existiese aquí una división de derechos entre ciudadanos del mismo país.

Es un error garrafal, tener cierto nivel de estudio y profesionalismo, y a la vez entenderse moralmente superior a todo el mundo, ni siquiera por un tema de falta de humildad, más bien, porque finalmente los ríos toman su cauce y la vida termina demostrándote que nada es tan perfecto como parece, (hoy lo vemos en el manejo gubernamental de quienes lideraban la Marcha Verde), por lo cual, tenemos que vivir en un mundo de diversidad e imperfecciones.

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Debo de referirme que estas actitudes también responden a un concepto mal denominado de “Sociedad Civil”, a donde pertenecemos todas las personas que no somos militares, nada que ver con estar o simpatizar por algún partido político.

En el orden regular de la vida de las personas, una vez nacemos, somos ciudadanas, primero que todo, esa ciudadanía es la que nos permite a los 18 años ejercer el derecho al voto, como también, a la libre asociación para pertenecer a un movimiento o partido político, SIN RENUNCIAR a ella.

Es decir, que ninguna persona que milite en un partido político pierde su derecho ciudadano. Digo esto, algo tan simple y básico, porque pareciera, según el criterio de algunos grupos, que la militancia peledeísta no puede protestar para que los procesos judiciales sean respetados, ni asumir causas ciudadanas por el alto costo de la vida, el descuido de programas de salud, el mal manejo de la educación, entre otros.

Yo tengo ya más de 12 años quejándome del sistema de pago de impuestos en este país, específicamente para la clase emprendedora en áreas de servicios que debe de pagar impuesto de una factura que no ha cobrado, acumulando moras en la DGII hasta que su cliente le salde. A mi no me importa si fue Leonel, Danilo o quien sea, yo no estoy de acuerdo con eso y lo he manifestado en cualquier escenario interno o externo, porque soy una ciudadana de un país libre y democrático.

Lamentablemente, ya hoy, es innegable que los acuerdos de aposento y la famosa “política por dentro”, a la que tanto se refería Juan Bosch, sigue dominando el razonamiento más básico de personas cuyos destinos dependen de grupitos dedicados a boicotear su ímpetu y deseo de lucha por un país con mejores garantías sociales, haciendo experimentos que oculte sus verdaderas intenciones.

La pos-verdad llegará, tarde como siempre, y mientras los días pasen, seremos cada vez más, quienes con la cabeza fría, entendamos mejor el escenario interno y externo, al mismo tiempo, que los temas de importancia general: empleo, salud, educación, quema de bosques, robo de arena de las dunas, exterminación de manglares en Cabo Rojo, pasaportes, privatizaciones, etc., sigan dejándose a un lado, hasta que el país llegue a un retroceso difícilmente reparable en un mediano plazo.

Abril y sus secuelas

Los temas de importancia siguen ignorados, arropados con el discurso que insiste en empujar hacia el declive del sistema partidario, combinado con el aroma sutil de arrogancia que perfuma el ambiente, mientras, se ignoran los fallos que debilitan nuestra soberanía y democracia.

La libertad de expresión y manifestación solo funciona para las personas favorecidas de este gobierno, como ha sido más que evidente.

¿Recuerdan que le gritaban cobarde al gobierno pasado porque ponía mujeres policías a cuidar los espacios públicos cuando la Marcha Verde, evitando así altercados? Ahora, es a puros bombazos, y a pesar de que se sabe que no es correcto, la sensatez de quienes antes reclamaban libremente, no les alcanza para reconocerlo.

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Mientras, en un paralelo comparativo, observamos cómo en Nueva York, sí pueden coexistir seguidores y opositores de Trump manifestando sus diferentes apoyos y la policía con su presencia habitual.

Ya no hay tiempo para la “justicia social”, la dirigencia del activismo múltiple (verde, amarillo y negro, ahora con residuos azules), en vista de que son las mismas personas en todo, ya dejaron de interesarse por el medioambiente, el uso eficiente del 4% para la educación, que dicho sea de paso, el inicio del nuevo año escolar luce impredecible y oscuro para nuestros estudiantes, y lo más penoso, es que el país sigue sin las causales, la corrupción es más cínica, la seguridad alimentaria perdió su independencia y el uso de fideicomisos como excusa para la privatización y la evasión de la ley de compras, ya se quiere “normalizar”.

El debate actual en boca de las personas más visibles, se divide en capas de conversaciones, entre ellas podemos señalar: las típicas especulaciones de conocedores de las intimidades de gavetas y expedientes que salen a ventilar “sus verdades”, pero es un mensaje que no está dirigido a las mayorías, más bien, a un reducido grupo que queda advertido y busca su forma de reaccionar, por otro lado, las denuncias que se quedan sin ser tendencia en las redes sociales, pasando desapercibidas en una sociedad cuyos problemas no les permite mucha indignación, y por último, la farándula y el entretenimiento, ahora reforzado con la mezcla de personas montadas en ese tren, sin talento alguno, más que su empeño por ser famosas.

La Semana Santa quedó atrás, ya veremos si abril y su significado en el ideario de este pueblo ante las luchas por las reivindicaciones, aún tiene chance y alguna motivación que mostrarnos.

El morbo y las excusas no borran los feminicidios

Difícil es entender cómo se erradicarán los feminicidios y cómo las relaciones humanas tienen ese poder tan grande de pasar del amor al odio, de la alegría a la rabia y de la felicidad a la frustración.

Ya sabemos que la cultura de la pertenencia, principal motor de la mayoría de los feminicidios, inculcada y normalizada como el machismo, más allá de florecer en el corazón de los hombres, es un estado permanente de muchas personas en la sociedad y la familia, quienes no reparan en seguir permanentemente señalando conductas erradas con exclusividad femenina, que si nos detenemos a verlas, encontraremos en el fondo, que carecen de sexo y se pueden presentar también en los hombres ( dependencia, vanidad, uso y exigencia del dinero de su pareja, persecuciones, celos, etc.)

Al morbo que levantan algunas tragedias, se le suman aditivos (no excusas) que aparecen en ciertos casos y que pudiéramos definir como: la monetización de las relaciones humanas amorosas y el exhibicionismo, fruto de valorar las apariencias que concuerden con ciertos atributos que socialmente se han establecido, convirtiendo la vida de muchas personas, en su mayoría mujeres, en una constante inversión para complacer a una parte de la sociedad que le gusta vivir en ese ambiente.

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Los abusos contra las mujeres se manifiestan de muchas maneras, pero los feminicidios son el final que quisiéramos evitar y hacia donde tenemos que empujar.

Toda mujer, no importan su apariencia, naturaleza o clase social, que ya haya denunciado un caso de violencia, sobre todo, con intento de asesinato probado, debe de ser protegida y no abandonarse, incluso, si luego se arrepiente y quita la denuncia.

Las víctimas de violencia siempre pueden caer en la creencia de que esa persona, su pareja o ex-pareja, que incluso le ha manifestado amor en algún momento, no llegará a matarlas.

Quien está viviendo esa situación, manifestada en muchos aspectos psicológicos de ambigüedades y en el peor de los casos, en situaciones de codependencia, no debe de ser la llamada a no estar asustada, confundida o confiada.

Es evidente que en nuestro país no hemos obtenido grandes conquistas en aspectos de prevención, aunque sí hay mayor sensibilización al respecto, pero no como quisiéramos, sólo viendo algunas publicaciones en las redes a propósito de la tragedia reciente de la comunicadora Chantal Jiménez, nos damos cuenta de que queda mucho por hacer respecto a educarnos mejor frente a la igualdad de derechos, las condiciones sociales y los valores de una sociedad cada vez más expuesta y necesitada de llamar la atención.

La prevención y el cambio cultural debe de ser el foco principal de la lucha contra la violencia de género.

La envidia, la política y el país

Es triste para un país como el nuestro, aunque pasa en otros, que las personas ideológicamente parecidas, en vez de procurar grandes conquistas con solidez, que permitan dar saltos importantes y sostenibles, mejor se dedican a envidiarse, y me consta, que suele suceder que quien más noble parece, es quien más trabas para juntar voluntades, dejándose cautivar por la tentación de capitalizar ideas, que no son propias, pero que alimentan el gusanillo del confort de sentirse moralmente superiores, dejando a un lado el propósito de las causas en búsqueda de mejoras y la evaluación constante de pruebas y errores.

Resulta increíble, cómo, sentimientos tan personales y primitivos, terminan incidiendo en los destinos de los pueblos. Y difícilmente alguien se dedique a medir el retroceso que representa en materia de políticas públicas y la lentitud para poder superar verdaderos y profundos problemas sociales como son: el hambre, la falta de atención sanitaria adecuada, una mejor educación, dignificación de las zonas rurales, etc.

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Mientras tanto, la clase conservadora siempre se ha caracterizado por saber ponerse de acuerdo más fácilmente, primero, porque sus intenciones suelen ser más enfocadas en mantener un estatus quo garante del cuidado y crecimiento de su patrimonio económico y cuota de poder, por lo cual, no le dedican tanto tiempo a ser creíbles convenciendo a la sociedad sobre una moralidad o sensibilidad especial, más bien tienen un concepto de sí mismos como merecedores silentes del poder y entienden que su opinión importa más que la del resto, en base a sus privilegios, estudios, sociedades económicas, etc.

¿Quién es el pueblo? preguntaría Sartori. En el caso que planteo, diría que la mayoría de las personas que viven de percepciones y que sufren inconscientemente las consecuencias cuando las clases políticas que supuestamente tienen las mismas prioridades, se desgastan en temas proporcionalmente insignificantes.

Realmente, a cualquiera que tenga vocación política de servicio y cuyas ambiciones personales tienen límites establecidos, le entristece que las conquistas sociales, se vean siempre en amenaza, no por quienes no creen en ellas, peor, porque exista una especie de remolino “progresista” revolviendo las ideas, envolviendo a personas en pensamientos confusos y atropellando a otros gratuitamente. Logrando así, empañar la visión de los problemas del país porque se dejan cegar de odio y resentimiento.

Hoy, hasta quienes se catalogan de ser “la izquierda pura dominicana”, no presentan ninguna carta de lucha que no sea la corrupción, un tema importante, sin duda, pero magnificado para tapar las flaquezas evidentes de un gobierno que les absorbe sus convicciones y les exige posiciones a su favor, haciendo uso de sus debilidades personales, como la soberbia y el snobismo intelectual que les alimenta, y claro, acordándoles la débil democracia que tenemos y una que otra deuda pendiente.

Todo este embrollo, está generando que surjan brotes de “neonacismo tropicales”, probablemente producto de una tendencia natural de algunas personas con la necesidad de huir de la complejidad y abrazar posiciones simples y extremistas.

Seguiremos soñando con un país menos afectado por el individualismo y la toma de decisiones en base a sentimientos personales y no a objetivos colectivos.

¿Qué le importa a la gente?

A veces uno se cuestiona sobre qué es aquello que verdaderamente le importa a la gente. Y me refiero a esa masa indescriptible de personas que en ocasiones no sabemos diferenciar en medio de una sensación de angustia que, por consecuencia, nos hace caer en la simple generalización.

¿Qué será lo importante? Que mueran bebés en una maternidad de Los Mina y que quieran esconder los datos, o que luego de tanto “echavaineo” del Gobierno con la nueva y también supuestamente “independiente” Cámara de Cuentas, ahora se despache su presidente diciendo que es un preso de confianza y sus miembros le obligan a firmar documentos que violan la ley.

Quizás sea más importante el vestido que usó la Primera Dama en la coronación de Carlos III, a que el Plan Social aproveche el presupuesto para el techado de las casas en estado de deterioro, para hacerle propaganda al gobierno, adquiriéndolas de color azul PRM y con el logo tamaño gigante para que se vea desde el nuevo teleférico, que además, tiene menos cabinas, un trayecto más corto y costó 188% más que el anterior, calculado en dólares.

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Confieso que ha de ser muy frustrante a veces, entender qué le importa a la gente, porque si por percepción personal es, la confusión y el incremento de distracciones por plataformas digitales, deja mucha desesperanza.

¿Nos importa la utilización de la figura del fideicomiso con la finalidad de privatizar al Estado? ¿Nos preocupa que nombren en Punta Catalina a dueños de otras generadoras privadas? ¿Nos importa la crisis creada con las libretas de los pasaportes, la inversión del 4% para la educación y el deterioro del sistema de salud?

Nos importa tanto lo que tenga que decir Tania Baez sobre cómo deben de ser elegidas las parejas que nos convienen, o el café entregado en Londres, el cual, siempre sospechamos que el presidente Abinader le llevaría a la dominicana residente allí, en vista de su acostumbrado impulso populista.

Nos importan los tenis de Carolina Mejía o la ciudad con el suelo dañado por un asfaltado de capas sobre capas, llevado a cabo en el Distrito Nacional por los dos períodos de alcaldía del PRM, sin tomar en cuenta las medidas adecuadas de drenaje, lo cual, nos dejó un octubre del 2022 con muertes e inundaciones.

Palabras al aire utilizadas una y otra vez por distintos personajes de la política y la sociedad; calidad educativa, institucionalidad, transparencia, inclusión, etc. ¿Nos importa cómo eso se materializa?

Le importaría a la gente interiorizar la idea sobre que el desarrollo es un camino constante y largo, con conquistas que nunca están exentas de ser arrebatadas a la ciudadanía por políticas que protegen a grupos económicos egoístas e indiferentes, o por la influencia de otras naciones con más poder.

Es tiempo de revalorizar qué realmente nos importa y sensibilizarnos para entender mejor el panorama de esta sociedad del gozo, las distracciones y las injusticias constantes que suceden en frente de nuestras narices, mientras da la impresión que la gente vive obnubilada.